Cuando has sufrido un infarto, ¿puedes hacer vida normal?
Cuáles son las causas de las enfermedades cardiovasculares?
Las enfermedades cardiovasculares, como el infarto de miocardio o el infarto cerebral, son la primera causa de mortalidad en el mundo y su tendencia es creciente. Desde hace más de 60 años, con los primeros estudios epidemiológicos, conocemos bien el efecto que tienen algunos factores sobre el riesgo de sufrir una angina, un infarto o un ictus. Estos factores son los conocidos como Factores de Riesgo Cardiovascular, y son el tabaco, la falta de ejercicio, la tensión arterial alta, los niveles de colesterol elevado, la diabetes, la obesidad y una predisposición genética. Últimamente se están añadiendo otros como los trastornos del sueño y otros factores medioambientales como la contaminación.
Por desgracia, a pesar de saber que el 90% de los infartos se producen a causa de uno de estos factores de riesgo, solo tratamos y controlamos bien el 30% de ellos.
Si controlando los Factores de Riesgo Cardiovascular evitamos la enfermedad, ¿por qué continua siendo la primera causa de muerte en el mundo?
Podemos prevenir la enfermedad evitando o reduciendo los factores de riesgo, pero esto que parece tan fácil, exige un cambio de conducta o de hábitos muy difícil de conseguir en la sociedad actual. Algunos de los programas que conocemos, muchos de ellos liderados por el Dr. Valentí Fuster, con quien nos une una estrecha relación, se han dirigido a modificar estos hábitos a edades tempranas de la vida que es cuando mayor plasticidad tiene nuestro comportamiento.
Podemos observar como el funcionamiento de la sociedad de consumo no facilita a los adolescentes llevar una vida sana. Por este motivo debemos realizar un sobreesfuerzo sobre este "target" de población. Los hábitos no adquiridos a tempranas edades son difíciles de modificar en la edad adulta.
A pesar de ello no renunciamos a cualquier acción dirigida a la prevención. Desde nuestros servicios de cardiología y en especial de medicina de familia, aplicamos programas de prevención multidisciplinares orientados a reducir el riesgo de nuestros pacientes.
La prevención es la mejor herramienta de la que disponemos para evitar los eventos cardiovasculares. Al hablar de prevención debemos tener en cuenta dos tipos: la primaria y la secundaria.
La primaria la forman todas aquellas acciones orientadas a evitar un primer evento cardiovascular y está íntimamente ligada a los hábitos de vida saludable.
La prevención secundaria es aquella que realizamos para evitar un segundo episodio o una complicación del primero. A parte de la modificación de los hábitos en general debemos asociar un control farmacoterapéutico y de seguimiento más estricto que en el caso de la prevención primaria.
¿En qué consiste la prevención primaria?
La mejor prevención es llevar una vida cardiosaludable, es decir, evitar el tabaco, realizar ejercicio moderado regularmente, evitar el sobrepeso y la obesidad, hacer una dieta equilibrada baja en grasas y sal, dormir las horas necesarias, etc. En ocasiones, y siempre bajo prescripción médica, algunos de los factores de riesgo como la hipertensión, la dislipemia o la diabetes requieren tratamiento farmacológico con el fin de reducir el riesgo que supone su presencia a desarrollar la enfermedad cardiovascular.
Cuando has tenido un infarto, ¿puedes hacer vida normal?
Un infarto es la lesión irreversible de una parte del músculo cardíaco que se ha producido al obstruirse, de manera brusca, alguna de las arterias que lo irrigan durante el tiempo suficiente como para causar una lesión o muerte del tejido.
Como todos los músculos, este también se entrena, y ante un infarto es muy importante, una vez se ha salido de la fase aguda, plantearse su rehabilitación.
Poder volver a realizar vida normal dependerá de varios factores como el estado físico de la persona antes del infarto, de la magnitud del territorio afectado o de las complicaciones asociadas.
Después de un infarto los cardiólogos no sólo no contraindican sino que recomiendan el ejercicio físico. Eso sí, como he dicho antes dependiendo de los factores anteriores la recuperación puede tener velocidades diferentes. Así pues, si la fuerza de bombeo es normal, y no quedan arterias obstruidas podemos decir que no hay contraindicación para hacer ejercicio físico.
Es ideal empezar con media hora de ejercicio moderado al día, como andar, y aumentar progresivamente. Aun así, siempre será el médico quien haga la prescripción de este ejercicio.
Los programas multidisciplinares de rehabilitación cardíaca han demostrado su eficacia tanto en la recuperación en sí como en la velocidad de vuelta a la normalidad.
Otro de los aspectos que nos piden los pacientes es referente a su vida sexual. Se ha comprobado que el acto sexual genera un gasto energético similar al de subir dos tramos de escaleras y que la frecuencia cardiaca es inferior a la que se produce en otras actividades de la vida diaria. Por esto, practicar sexo en principio no supone un peligro para el corazón del paciente. Eso sí, hay que tener en cuenta que muchos pacientes sienten ansiedad y nerviosismo ante la perspectiva de reiniciar la actividad sexual después de un infarto. Por eso se recomienda reiniciar la actividad después de un entrenamiento físico y psicológico adecuado y progresivo. Con esto el paciente aprende a detectar cuales son las respuestas físicas de su cuerpo ante el esfuerzo.