Creus Mayoral Mª Jesús
El diagnóstico se lleva a cabo a través de la historia clínica, de cuestionarios desarrollados específicamente para los adultos y, en los casos que el clínico lo considere necesario, de test neuropsicológicos que evalúan las funciones ejecutivas.
Aunque en la actualidad no existe ninguna evaluación médica (analíticas, escáneres, neuroimagen) que pueda determinar el diagnóstico de TDAH, sí existe un análisis farmacogenético que nos ayuda a identificar marcadores que establecen el riesgo de padecer TDAH y ayuda a identificar la medicación más adecuada para cada paciente.
El diagnóstico del trastorno puede suponer un gran alivio para quien ha padecido los síntomas del TDAH desde su niñez pensando que era un problema de su forma de ser. Puede ayudarle a entender muchas de las dificultades con las que se ha encontrado a lo largo de su vida y le permite ver las posibilidades de mejorar al recibir un tratamiento adecuado y al afrontar sus dificultades desde una perspectiva diferente.
Mientras para la mayoría de personas recibir un diagnóstico de TDAH puede ser un punto de inflexión en su vida, es cierto que, para otras, puede ser emocionalmente devastador. Algunas personas pueden sentirse invadidas por la ira, la pena, la culpa o la tristeza, por el hecho de no haber sido reconocidos sus síntomas hasta ser adulto.
Los criterios para el diagnóstico del TDAH según el Manual Diagnóstico de los Trastornos Mentales (DSM-5) son:
A. Patrón persistente de inatención y/o hiperactividad-impulsividad que interfiere con el funcionamiento o el desarrollo, que se caracteriza por (1) y/o (2):
- Inatención: Seis (o más) de los siguientes síntomas se han mantenido durante al menos 6 meses en un grado que no concuerda con el nivel de desarrollo y que afecta directamente las actividades sociales y académicas/laborales. Para adolescentes mayores y adultos (17 y más años de edad), se requiere un mínimo de cinco síntomas.
Con frecuencia
a) Tiene dificultades en prestar la debida atención a detalles o por descuido se cometen errores en las tareas escolares, en el trabajo o durante otras actividades (p. ej., se pasan por alto o se pierden detalles, el trabajo no se lleva a cabo con precisión).
b) Tiene dificultades para mantener la atención en tareas o actividades recreativas (p. ej., tiene dificultad para mantener la atención en clases, conversaciones o la lectura prolongada).
c) Parece no escuchar cuando se le habla directamente (p. ej., parece tener la mente en otras cosas, incluso en ausencia de cualquier distracción apa- rente).
d) No sigue las instrucciones y no termina las tareas escolares, los quehaceres o los deberes laborales (p. ej., inicia tareas pero se distrae rápidamente y se evade con facilidad).
e) Tiene dificultad para organizar tareas y actividades (p. ej., dificultad para gestionar tareas secuenciales; dificultad para poner los materiales y pertenencias en orden; descuido y desorganización en el trabajo; mala gestión del tiempo; no cumple los plazos).
f) Evita, le disgusta o se muestra poco entusiasta en iniciar tareas que requieren un esfuerzo mental sostenido (p. ej., quehaceres domésticos, preparación de informes, completar formularios, revisar artículos largos).
g) Pierde cosas necesarias para tareas o actividades (p. ej., materiales escolares, libros, instrumentos, billetero, llaves, papeles del trabajo, gafas, móvil).
h) Se distrae con facilidad por estímulos externos por pensamientos no relacionados con la tarea que se realiza.
i) Olvida las actividades cotidianas (p. ej., hacer las tareas, hacer las diligencias, devolver las llamadas, pagar las facturas, acudir a las citas).
- Hiperactividad e impulsividad: Seis (o más) de los siguientes síntomas se han mantenido durante al menos 6 meses en un grado que no concuerda con el nivel de desarrollo y que afecta directamente a las actividades sociales y académicas- laborales. Para adolescentes mayores y adultos (a partir de 17 años de edad), se requiere un mínimo de cinco síntomas.
Con frecuencia
a) Juguetea con o golpea las manos o los pies o se retuerce en el asiento.
b) Se levanta en situaciones en que se espera que permanezca sentado (p. ej., se levanta en la clase, en la oficina o en otro lugar de trabajo, o en otras situaciones que requieren mantenerse en su lugar).
c) Corretea o trepa en situaciones en las que no resulta apropiado. (En adolescentes o adultos, puede limitarse a estar inquieto.)
d) Es incapaz de jugar o de ocuparse tranquilamente en actividades recreativas.
e) Está "ocupado," actuando como si "lo impulsara un motor" (p. ej., es incapaz de estar o se siente incómodo estando quieto durante un tiempo prolongado, como en restaurantes, reuniones; los otros pueden pensar que está intranquilo o que le resulta difícil seguirlos).
f) Habla excesivamente.
g) Responde inesperadamente o antes de que se haya concluido una pregunta (p. ej., termina las frases de otros; no respeta el turno de conversación).
h) Le es difícil esperar su turno (p. ej., mientras espera en una cola).
i) Interrumpe o se inmiscuye con otros (p. ej., se mete en las conversaciones, juegos o actividades; puede empezar a utilizar las cosas de otras personas sin esperar o recibir permiso; en adolescentes y adultos, puede inmiscuirse o adelantarse a lo que hacen otros).
B. Algunos síntomas de inatención o hiperactivo-impulsivos estaban presentes antes de los 12 años.
C. Varios síntomas de inatención o hiperactivo-impulsivos están presentes en dos o más contextos (p. ej., en el trabajo; con los amigos o parientes; en casa, etc.).
D. Deben existir pruebas claras de que los síntomas interfieren con el funcionamiento social, académico o laboral, o reducir la calidad de los mismos.
El diagnóstico debe efectuarlo un psicólogo clínico o un médico especialista en psiquiatría o neurología. Es importante que sean profesionales con experiencia en este trastorno.
Un diagnóstico minucioso nos permitirá realizar el plan de tratamiento más adecuado para cada persona (medicación, terapia cognitivo-conductual, terapia de pareja, familiar, coaching, modificaciones del estilo de vida, de trabajo etc.
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