Güell Roviralta Mª Antonia
Ante una situación de estrés, las personas solemos afectarnos de forma leve y transitoria. Cuando se trata de un trastorno por ansiedad, en cambio, esta reacción persiste en el tiempo, es más intensa, puede ser desproporcionada a la situación, y mantenerse aún en ausencia del desencadenante.
La ansiedad (a nivel cognitivo, conductual y fisiológico) interfiere de manera significativa en la vida de quien las padece, conlleva un alto grado de sufrimiento y tiende a empeorar si no se trata.
Los síntomas más característicos de la ansiedad son:
- A nivel cognitivo: preocupación, temores, miedo concreto a perder el control, pensamientos negativos sobre uno mismo, anticipación de peligros, dudas, etc.
- A nivel conductual: evitación de las situaciones temidas, conductas de seguridad, y huida de situaciones indeseadas.
- A nivel fisiológico: tensión muscular, incapacidad para relajarse, sensación de ahogo, opresión precordial, embotamiento mental, temblor, palpitaciones, sudoración, etc.
Los trastornos de ansiedad afectan a millones de personas en todo el mundo. En la actualidad existen terapias eficaces para su tratamiento, tanto a nivel psicofarmacológico como psicológico. Cada trastorno de ansiedad tiene diferentes síntomas, pero todos se agrupan alrededor de un temor irracional y excesivo.
Quien tiene crisis de angustia presenta, de manera temporal y aislada, un miedo o malestar intenso, que se inicia bruscamente alcanzando su máxima expresión en los primeros 10 minutos y va acompaña de algunos de los siguientes síntomas:
- Palpitaciones, sacudidas o elevación de la frecuencia cardíaca.
- Sudoración.
- Temblor.
- Sensación de ahogo o falta de aliento.
- Dificultad para tragar o sensación de atragantarse.
- Opresión o malestar torácico.
- Náuseas o molestias abdominales.
- Inestabilidad, mareo o sensación de desmayo.
- Sensación de irrealidad o despersonalización (sensación de estar fuera de uno mismo).
- Miedo a perder el control o volverse loco.
- Miedo a morir.
- Parestesias (sensación de entumecimiento u hormigueo).
- Escalofríos o sofocaciones.
Si estas crisis se repiten puede ocurrir que:
El temor a que se repitan las crisis mantiene a la persona en un estado de alerta, de ansiedad anticipatoria ante la posibilidad de encontrarse en situaciones donde no pueda escapar fácilmente, o no pueda disponer de asistencia rápida. Como consecuencia de ello, la persona tiende a evitar las situaciones temidas. El 70-80% de los pacientes con crisis de angustia que no se tratan, pueden desarrollar un trastorno al que denominamos agorafobia. En la agorafobia se puede presentar el "Miedo al miedo", es decir, miedo a los síntomas de la ansiedad basado en la creencia de que pueden tener consecuencias nocivas para su persona, como un desmayo, un infarto, o una conducta inadecuada.
Las Crisis de Angustia afectan aproximadamente a un 1,5 – 3,5% de la población general, siendo más prevalentes en mujeres.
Son consideradas un problema de salud pública, debido a su frecuencia, a la improbabilidad de que desaparezcan de forma espontánea, la frecuente caída en depresión y la importante limitación vital que acarrean, además de los problemas secundarios como el abuso de alcohol o la auto-medicación frecuentes en estas personas.
Tratamiento
El tratamiento de elección para este trastorno es el tratamiento psicológico de orientación cognitivo-conductual. En los casos complicados o de muy larga evolución, se combina habitualmente con tratamiento psicofarmacológico.
El tratamiento psicológico de orientación cognitivo conductual está compuesto por diferentes estrategias terapéuticas. Las más importantes para el tratamiento de las Crisis de Angustia y la Agorafobia son la psicoeducación, la exposición gradual a las sensaciones internas (Exposición Interoceptiva) y la exposición progresiva a las situaciones temidas (Exposición "en vivo"), así como la reestructuración cognitiva, en la que se aprende a interpretar objetivamente los síntomas. Además del aprendizaje de técnicas adicionales para el manejo de la ansiedad, como por ejemplo el entrenamiento en respiración diafragmática, y la eliminación progresiva de las conductas de seguridad que se adoptan, como por ejemplo llevar la medicación en el bolsillo.
El Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG) se define como la ansiedad y preocupación casi constantes, presentes de manera crónica y excesiva, sobre temas como la salud, la familia, las relaciones interpersonales, el dinero o el trabajo, que resultan difíciles de controlar y que interfieren de manera significativa con las actividades cotidianas y las relaciones sociales.
Este estado de ansiedad y preocupación suele acompañarse por algunos de los siguientes síntomas:
- Inquietud o impaciencia.
- Fatiga.
- Dificultad para concentrarse y para memorizar
- Irritabilidad.
- Tensión muscular.
- Alteraciones del sueño (dificultad para conciliar o mantener el sueño, o sensación al despertarse de sueño no reparador).
- Trastornos gastrointestinales
- Sensación de falta de aire o respiración acelerada.
La persona que padece TAG vive en un permanente estado de tensión y alerta, siempre anticipando la posibilidad de que ocurran hechos negativos y catastróficos en un futuro próximo, existiendo dos tipos de distorsiones en el modo de pensar y percibir o evaluar la realidad:
- La sobre-estimación de la probabilidad de que ocurran eventos negativos.
- La convicción de que esos posibles sucesos negativos serán muy graves, y que no se podrá hacer frente a ellos: pensamiento catastrófico.
El Trastorno de Ansiedad Generalizada se estima que afecta a un 5% de la población, y es dos veces más común en mujeres que en hombres.
Puede empezar en cualquier momento de la vida, su curso es variable, y tiende a ser fluctuante y crónico. A menudo los adultos que padecen TAG se sienten incapaces de recordar una época en la que no hayan estado preocupados.
Causas
Aunque las causas exactas del TAG no se conocen, se sabe que la combinación de factores genéticos, biológicos, experiencias vitales y el estrés influyen en su inicio y mantenimiento. Es probable que las personas con este trastorno acudan muchas veces a su médico para que les trate síntomas como el insomnio, la fatiga o el dolor de cabeza, antes de que reciban el diagnóstico y el tratamiento correctos.
Las investigaciones sobre el TAG sugieren que al menos el 90% de las personas que lo sufren padecen otro trastorno del estado de ánimo u otros tipos concomitantes de ansiedad. Depresión, ansiedad social, trastorno de pánico o fobias específicas, son los más frecuentes. También puede acompañar a trastornos médicos, como la diabetes mellitus, la insuficiencia renal o el cáncer.
Tratamiento
El tratamiento psicofarmacológico tiene como objetivo aliviar los síntomas y prevenir las recaídas. Debido a la cronicidad de este trastorno, habitualmente se aconsejan tratamientos prolongados que proporcionen estabilidad clínica. La primera opción son los antidepresivos ISRS. Las benzodiacepinas suelen utilizarse en el tratamiento de los síntomas agudos y cuando los antidepresivos resultan insuficientes.
A nivel psicológico, la terapia cognitivo-conductual es la más utilizada por ser la única que ha demostrado su eficacia. Las estrategias utilizadas son:
- Información: sobre la naturaleza de la ansiedad generalizada, los síntomas y su alcance. Conocimiento de la relación entre pensamiento, emoción y conducta.
- Entrenamiento en relajación. para regular la activación fisiológica que produce la ansiedad.
- Técnicas cognitivas. Identificación y reconocimiento de las interpretaciones catastróficas, la sobrevaloración de la probabilidad de sufrir situaciones aversivas, reconocimiento de los pensamientos automáticos, y hábitos contraproducentes usados hasta el momento para lidiar con la ansiedad. Una vez identificados los hábitos cognitivos propios, se facilitan ejercicios estructurados, "experimentos conductuales", y cuestionamiento de hipótesis o contrastes con la evidencia.
- Técnicas concretas de distracción cognitiva que ayudan a desconectar de las imágenes o pensamientos que producen malestar.
- Exposición controlada y progresiva a situaciones temidas.
- Prevención de recaídas mediante el entrenamiento en solución de problemas y organización del tiempo, desarrollo de habilidades sociales, mejora de las relaciones interpersonales y planificación de actividades placenteras.
La fobia social no es timidez ni una forma de ser, es un trastorno. Quien tiene fobia social presenta las siguientes características:
- Temor acusado y persistente de actuar de modo que facilite una reprobación externa, como humillación o burla, ante ciertas situaciones sociales.
- Respuesta inmediata de ansiedad (palpitaciones, sudoración, temblor, sonrojo, boca seca, etc.), que puede tomar la forma de una crisis de angustia al hablar en público, o iniciar y mantener una conversación, o simplemente al ser observado.
- Reconocimiento del temor como excesivo o irracional.
- Evitación de situaciones sociales que interfiere acusadamente con su rutina normal, sus relaciones laborales, académicas o sociales, y que producen un malestar clínicamente significativo.
La fobia social se puede limitar a una sola situación (tal como preguntar algo a la gente, comer o beber, escribir en una pizarra frente a los demás) o puede ser tan amplia (como en el caso de una fobia social generalizada) que la persona puede experimentar ansiedad en presencia de prácticamente cualquier persona que no conozca mucho.
Afecta aproximadamente al 4,5% de la población adulta. Normalmente se inicia en la adolescencia.
No es extraño que quien la padece no consulte al médico por creer que es su forma de ser. Sin tratamiento, la fobia social puede complicarse con otros trastornos de ansiedad, depresión o abuso de sustancias como el alcohol (cuando la persona trata de automedicarse para su fobia) y persistir a lo largo de muchos años o toda la vida.
Causa
Existen diferentes factores que pueden contribuir a la aparición de la fobia social. Entre los más importantes podemos señalar los factores biológicos y genéticos que determinan la forma general de responder, y los factores ambientales, como experiencias de rechazo o ridiculización.
Tratamiento
El tratamiento psicológico de orientación cognitivo-conductual es el de primera elección. Este tratamiento tiene diferentes componentes:
- Psicoeducativo: información general sobre el trastorno que le ayuda a entender cuáles son los mecanismos que facilitan el mantenimiento de los síntomas, las estrategias terapéuticas más adecuadas, y la manera en que se aplicarán.
- Modificación del pensamiento: aprender a identificar los pensamientos negativos sobre sí mismo y sobre las reacciones de los demás, aprender a cuestionar y modificar esos pensamientos angustiantes acerca de la situación social temida, tomar conciencia de la sobreestimación de la amenaza real, así como la infravaloración de sus propios recursos para manejar las situaciones temidas.
- Modificación de conductas: pondrá a prueba, de manera gradual, la validez de los pensamientos negativos, comprobando si sus creencias son ciertas. En este proceso se expondrá, acompañado y con nuevas estrategias, a las situaciones evitadas hasta el momento, eliminando las conductas de "seguridad" que no hacían más que reforzar su miedo.
- Adquisición de estrategias para mejorar la autoconfianza
No es necesario saber cuándo ni cómo empezó la ansiedad social para poder superarla. Son círculos viciosos los que mantienen el problema una vez que ha empezado, Aprender a romperlos, reduce la ansiedad y ayuda a las personas a mejorar su autoconfianza. Así que, aunque la persona haya sido siempre una persona tímida o haya tenido dificultades para conocer gente, o aunque haya sido rechazado o se hayan burlado de ella, puede aprender a enfrentarse de manera satisfactoria a las situaciones que le producen malestar.
Cuando sea necesario, se aconsejará la combinación del tratamiento psicológico con el psicofarmacológico. Los fármacos pueden ser efectivos para a disminuir la intensidad de los síntomas y hacer más fácil la terapia.
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