MORETA-HACHEM TRAUMATOLOGOS, S.L.P.
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¿Qué es?
El disco intervertebral es una estructura que, interpuesta entre las diferentes vértebras, actúa como un distribuidor de carga, permitiendo que cualquiera que sea la posición de la columna, la carga se transmita armónicamente. Desde un punto de vista anatómico consta de una parte periférica llamada anillo fibroso que contiene en su interior un tejido más elástico e hidratado conocido como núcleo pulposo.
La rotura de alguna de las fibras del anillo puede provocar la expulsión de parte del núcleo a través suyo, pudiendo comprimir alguna de las estructuras del sistema nervioso, alojadas en el interior de la columna. Esta situación se conoce como hernia discal.
¿Por qué se produce?
Al contrario de lo que se piensa, el origen traumático es el más infrecuente y el desgarro degenerativo del anillo es la causa habitual. No está siempre claro por qué sucede, pero es muy posible que exista una cierta predisposición genética que explique determinadas hernias que se producen en jóvenes y sin antecedente de traumatismo.
¿Qué síntomas presenta?
Habitualmente el cuadro clínico comienza con dolor lumbar agudo o subagudo que "bloquea" la columna. Es frecuente que el paciente se encuentre doblado hacia delante realizando cualquier actividad y al intentar incorporarse sienta un dolor lumbar agudo que lo deja en situación de "bloqueo".
En horas o, más normal, en días, el dolor se irradia a una de las extremidades constituyendo un síndrome ciático y caracterizado por dolor en el trayecto del nervio y/o sensación de hormigueo o acorchamiento. El dolor suele aumentar al toser, estornudar, permanecer quieto de pie o al sentarse. El paciente acompaña estos síntomas con sensaciones de cambios de temperatura en piernas, inquietud, etc.
¿Cómo se diagnostica?
La explicación del paciente y la exploración del médico suelen ser suficientes para realizar una aproximación. Las radiografías simples no son útiles para visualizar una hernia discal pero se necesitan para descartar otras lesiones asociadas. El TAC (escáner) o la resonancia magnética son las pruebas reinas para concretar el diagnóstico y definir el tipo, tamaño y situación de la hernia. La electromiografía (EMG) es otra prueba diagnóstica que, mediante el uso de electrodos, aporta información objetiva respecto al grado de lesión que la hernia discal ha producido a la raíz nerviosa.
¿Cómo se trata?
En principio y salvo amenaza de parálisis en el nervio afectado, la hernia discal tiene un tratamiento fundamentalmente conservador, con reposo en la fase más aguda (2-3 días) y medicación analgésica-antiinflamatoria. Es útil el empleo de esteroides (dexametasona) en pautas de corta duración. El tiempo de espera es de aproximadamente 6 semanas. A partir de este momento y si el dolor sigue siendo muy intenso se planteará el tratamiento quirúrgico. Siguiendo este criterio es previsible que al menos un 80% de las hernias discales no precisen cirugía. Aunque hay múltiples técnicas quirúrgicas (láser, nucleotomías, laminectomía clásica, microdiscectomía, etc.) son estas dos últimas las que han superado el aval del tiempo.
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