Nuevos tratamientos farmacológicos para la obesidad
Definida por un Índice de Masa Corporal (IMC=peso/altura2) >30 Kg/m2 , la obesidad es una enfermedad metabólica, crónica, recidivante, y de origen complejo. Su prevalencia supera el 30% en prácticamente todo el mundo y tiene una elevada mortalidad, especialmente en edades avanzadas. Eso se debe en parte al riesgo cardiovascular que conlleva (hipertensión arterial, diabetes mellitus, hipercolesterolemia, síndrome de apneas del sueño son enfermedades frecuentemente asociadas a la obesidad, son las llamadas "comorbilidades") y también a una mayor frecuencia de algunos cánceres (colon, endometrio).
Los nuevos tratamientos farmacológicos para la obesidad
Hace unos años se descubrieron unas hormonas (GLP1) que sintetizamos en el intestino delgado (yeyuno, íleon) y que son capaces de regular nuestro apetito a nivel del sistema nervioso central (hipotálamo) y también la capacidad de secreción de nuestro páncreas (insulina y glucagón) controlando así el metabolismo de la glucosa. Es por ello que, inicialmente, fueron pensadas para el tratamiento de la diabetes mellitus tipo 2. Sin embargo, su principal eficacia es la reducción de peso. Así nacieron los nuevos tratamientos para la obesidad tan de moda en este momento: el grupo terapéutico llamados "agonistas de los receptores GLP1"
Las tres moléculas que existen comercializadas en España en este momento son:
- Liraglutida (Saxenda): inyectada y dosis diaria (3 mg dosis máxima).
- Semaglutida (Wegovy): inyectada a dosis semanal (2.4 mg dosis máxima).
- Tirzepatida (Mounjaro): inyectada a dosis semanal (15 mg dosis máxima).
En el caso particular de Tirzepatida no solo actúa controlando el apetito y modificando el metabolismo de la glucosa, sino que también actúa sobre los receptores GIP que están presentes en las células grasas propiamente (adipocitos). Quizás por ello es el fármaco con mayor potencia de los tres, aunque en España todavía no tenemos experiencia en su uso.
Los tres fármacos deben autoinyectarse a nivel subcutáneo (como la insulina), aumentando la dosis progresiva y mensualmente hasta llegar a las dosis máximas para cada fármaco, que son en principio las estudiadas para ser más efectivas para la pérdida de peso.
Según la molécula utilizada, la dosis y el tiempo de tratamiento, las pérdidas de peso pueden llegar a ser de hasta un 26 %, cifras de pérdida de peso que nos acercan a los valores obtenidos con la cirugía bariátrica. Sin embargo, esta pérdida de peso no es únicamente de grasa, también hay pérdida de masa muscular (sarcopenia), especialmente en mujeres postmenopáusicas. Por ello, es esencial hacer una dieta correcta (incrementando la cantidad de proteína) y ejercicio físico de fuerza, para no perder masa muscular.
La importancia del acompañamiento profesional
Hay que destacar la presencia de efectos adversos. Los más frecuentes son: sensación nauseosa al inicio del tratamiento o en los sucesivos aumentos de dosis (hay que decir que en el caso de Tirzepatide el efecto GIP parece disminuir este efecto secundario), el estreñimiento o las diarreas (a veces se alternan las 2 situaciones) y, en algunos casos, unos eructos malolientes bastante incómodos para el paciente. Ello se debe al enlentecimiento del tránsito gastrointestinal provocado por el GLP1.
Aquí nuevamente es fundamental el correcto asesoramiento nutricional. Una dieta, poco flatulenta, baja en azúcares refinados, grasas saturadas y en picantes, ayudará a reducir las molestias digestivas.
Los efectos secundarios más graves (y muy poco frecuentes) serían la pancreatitis, motivo por el cual se contraindica el uso de GLP1 si existen antecedentes de afectación pancreática, y se monitorizan siempre los niveles de lipasa en sangre de los pacientes tratados. Tampoco se recomienda su uso en caso de tener antecedentes de carcinoma medular de tiroides, una forma poco común de cáncer diferenciado de tiroides. Es por ello que el tratamiento debe siempre ir controlado por un profesional experto en su manejo.
A nivel cardiovascular, son fármacos extraordinariamente protectores. Mejoran el control glucémico, mejora la tensión arterial (incluso a veces provocando hipotensiones) así como las cifras de colesterol y triglicéridos. Recientemente, también se han descrito mejoras en la función renal.
Se trata, por lo tanto, de fármacos muy eficaces y con un perfil de seguridad elevado. Pero su uso debe ser controlado por un equipo verdaderamente multidisciplinario en el que se aborden de forma programada la parte nutricional, los aspectos psicológicos/ motivacionales y la promoción del ejercicio físico. Sin ellos, el tratamiento exclusivamente farmacológico no tendrá la misma eficacia y menos desde una perspectiva de tratamiento crónico, "de por vida", que al paciente tanto le cuesta aceptar y que está a la base de la frecuente reganancia de peso.
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