Gil-Vernet Sedo José María
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El aparato urinario humano está integrado por 2 órganos principales: los riñones, que son los órganos encargados de producir la orina, y la propia vejiga, donde la orina se almacena para luego salir al exterior a través de la uretra. Los uréteres conducen la orina desde el riñón hasta la vejiga.
Una vez que la vejiga se ha llenado (250-500 ml), los nervios vesicales envían una señal al cerebro que nos produce el deseo de orinar. La micción se inicia con la contracción del músculo de la vejiga y la relajación de los esfínteres (mecanismos de cierre) situados en el cuello de la vejiga y en la uretra, permitiendo la salida de la orina a través del meato uretral (orificio externo de la uretra).
La próstata es una glándula sexual accesoria del aparato reproductor masculino cuya forma y tamaño recuerda, en el adulto joven, a una castaña, con un peso aproximado de entre 12 y 20 gramos. Está situada por debajo de la vejiga, justo al inicio de la uretra, a la que rodea por detrás del pubis y por delante del canal anal. Su estructura recuerda a la de una esponja, formada por miles de pequeñas cavidades donde se forma la secreción prostática que, a través de decenas de finísimos conductos, es vertida en la llamada uretra prostática.
En 1953 el urólogo español Salvador Gil Vernet demostró que la glándula prostática no es homogénea y está, en realidad, constituida por tres zonas bien diferenciadas: la zona craneal y la zona intermedia, asiento de los procesos de crecimiento benigno, y la zona caudal, principal asiento de los procesos malignos.
Su desarrollo y crecimiento, que se inicia en la pubertad, se halla bajo el control de las hormonas sexuales masculinas (testosterona). Todos los mamíferos tienen próstata pero sólo en el hombre y en los cánidos se pueden desarrollar los procesos patológicos de hiperplasia benigna y cáncer.
La glándula prostática produce una secreción que constituye el 25% del volumen del semen, vehiculando y protegiendo los espermatozoides. La secreción está formada por enzimas como el antígeno prostático específico (frecuentemente abreviado como PSA por sus siglas en inglés) y por zinc, prostaglandinas y citratos, principalmente. Durante la eyaculación, la próstata se contrae y, a través de los llamados conductos colectores, vierte su secreción en la uretra prostática, donde se mezclará con las secreciones de las vesículas seminales y de los conductos deferentes para formar el semen. Es decir, la próstata tiene un papel muy importante en la fertilidad y cualquier proceso patológico que pueda dañarla afectará la capacidad reproductiva del varón.
Las enfermedades más frecuentes son la hiperplasia benigna de la próstata, el cáncer de próstata y las prostatitis agudas o crónicas.
Hiperplasia benigna de la próstata (crecimiento benigno de la próstata). Desde la pubertad, la próstata experimenta un progresivo aumento de tamaño debido a la acción de las hormonas sexuales, hasta llegar a los 15-20 gramos. A partir de los 35 años se inicia un crecimiento benigno en la zona de la próstata más cercana a la uretra o a la salida de la vejiga: este proceso se conoce como hiperplasia benigna de la próstata o HBP. Dicho crecimiento puede llegar a provocar una obstrucción del flujo normal urinario, estrechando el paso de la orina a través del cuello de la vejiga y/o de la uretra prostática.
Además, existe otro factor que contribuye a la obstrucción: el aumento en la tensión de las fibras musculares que, a modo de anillo, rodean el cuello de la vejiga y el primer tramo de la uretra prostática. La HBP afecta aproximadamente al 50% de los varones entre 51 y 60 años, llegando al 90% en varones de 80 años, pero sólo el 30% presentan una sintomatología importante.
- Andrógenos: los andrógenos u hormonas sexuales masculinas (testosterona y dihidrotestosterona) son necesarios para el desarrollo de la HBP. Los pacientes cuyos testículos han sido extirpados antes de la pubertad o aquellos con alteraciones genéticas en las que los andrógenos no se producen o no actúan correctamente no presentarán HBP.
- Factores familiares y genéticos: se ha demostrado que la HBP posee un componente hereditario (autosómico dominante) en un 50% de los hombres tratados quirúrgicamente por HBP antes de los 60 años. En cambio, solamente un 9% de los intervenidos después de los 60 años presentan este factor hereditario.
La obesidad, un consumo excesivo de grasas saturadas y proteínas de origen animal, la falta de ejercicio físico y un consumo excesivo de alcohol están relacionados con un mayor riesgo de desarrollar la hiperplasia benigna de próstata. Por ello, es recomendable aumentar el consumo frutas y verduras (dieta cardiosaludable), mantener un peso adecuado, practicar ejercicio físico, no fumar y consumir alcohol de forma moderada.
No. La HBP es un proceso benigno y no es causa de cáncer prostático, aunque ambos procesos suelen coexistir. Es por ello que recomendamos realizar un estudio analítico en sangre para evaluar los niveles de PSA y aconsejamos efectuar un tacto rectal.
Normalmente, con el transcurso de los años, el paciente experimenta cambios en sus hábitos de micción, que son debidos al crecimiento benigno de la próstata y también a los cambios que experimenta la vejiga en el proceso de envejecimiento. En ocasiones, estos procesos alteran de forma severa la micción (obstrucción/irritación) y la calidad de vida del paciente.
Los síntomas más comunes son:
- Dificultad para iniciar la micción o necesidad de hacer fuerza para orinar.
- Sensación de no haber vaciado completamente la vejiga después de orinar.
- Dificultad para aguantar las ganas de orinar.
- Chorro miccional con poca fuerza, entrecortado y micción prolongada.
- Necesidad de orinar poco tiempo después de la última micción.
- Despertarse varias veces por la noche con ganas de orinar.
En las primeras fases de la enfermedad, la vejiga es capaz de compensar la dificultad de paso de la orina aumentando su fuerza de contracción, pero con el tiempo sus paredes se van haciendo más gruesas y puede llegar un momento en que no se sea capaz de expulsar la orina.
El diagnóstico de la HBP se realiza mediante:
- Historia clínica: El especialista realiza una serie de preguntas sobre la sintomatología urinaria que presenta el paciente y las medicaciones que está tomando y que pueden afectar a su micción. También se plantean una serie de preguntas a través del cuestionario I-PSS (International Prostate Symptom Score - descargar documento), donde se puntúan las molestias miccionales (0-35 puntos) y el impacto que ocasionan los síntomas en la calidad de vida (0-6 puntos).
- Analítica: A partir de los 40 años es recomendable realizar controles de los niveles de PSA (total y libre) en sangre de forma periódica para el diagnóstico precoz del cáncer de próstata. Con la edad y con el crecimiento benigno de la próstata, o a causa de infecciones de la próstata, se producen aumentos de los niveles de PSA, que el especialista debe valorar en cada caso. También se realiza una analítica de orina para valorar la presencia de sangre o de una infección.
- Tacto rectal: Permite conocer la consistencia de la próstata, valorar el tamaño de la glándula y si nos encontramos con una zona sospechosa. Con niveles de PSA bajos, el tacto rectal ya no se considera necesario para el diagnóstico del cáncer de próstata.
- Flujometría: El paciente orina en un aparato que mide el caudal miccional, proporcionando una serie de parámetros (flujo máximo, flujo medio, índice de flujo, etc.) que nos permiten conocer el grado de obstrucción.
- Ecografía urológica: El especialista practica un estudio ecográfico completo de los riñones, la vejiga y la próstata. Esto permite conocer si la vejiga presenta cambios en su grosor debido a la obstrucción y valorar la presencia de residuo después de la micción. También se observa con detalle la próstata, valorando su tamaño y forma de crecimiento. En algunos casos también se realiza una ecografía prostática por vía rectal que permite una mayor precisión en el estudio de la glándula prostática.
No. Sólo recomendamos el tratamiento en pacientes que presentan una sintomatología acusada, alterando su calidad de vida (factores que se valoran en el cuestionario I-PSS), o en pacientes que presentan complicaciones como retención de orina, piedras en la vejiga, infecciones urinarias de repetición, sangre en la orina o, con mucha menor frecuencia, afectación de la función renal. Una próstata grande no indica, necesariamente, que se deba iniciar un tratamiento.
La elección del tratamiento adecuado, ya sea farmacológico o quirúrgico, dependerá de la severidad de los síntomas que presenta el paciente. Así, un diagnóstico precoz permitirá un tratamiento conservador mientras que un diagnóstico tardío, con sintomatología severa, suele requerir un tratamiento más agresivo.
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